El jefe Capricornio

Conozco a un jefe Capricornio que es mas o menos lo mas típico que se puede conseguir como ejemplar de este signo. Es el mayordomo que se ocupa de todos los asuntos de un famoso cantante de Hoboken. No es mucha la gente que le conoce. Su nombre no se lee en letras de neón ni los periodistas están pendientes de sus actividades. Jamás verás su cara en la cubierta del Time, pero es posible que tengas que pasar por su inspección antes de tener una oportunidad de hablar una sola palabra con el ídolo.
Esta Cabra está solidamente sentada detrás de su escritorio, atando todos los cabos sueltos de la vida, asombrosamente complicada, de la personalidad famosa. Sus actividades van desde ir al aeropuerto a recibir a los familiares del cantante hasta comprar un yate, pasando por alquilar los reflectores para una premiere. El mayordomo manipula con total serenidad patatas calientes del estilo de procesos legales y problemas de impuestos: entrega la correspondiente patata al correspondiente abogado o contador para que la ponga al horno y se aseguren de que no quede cruda y de que no se queme tampoco. El teléfono le transmite continuamente pedidos de auxilio provenientes de otros miembros de la vasta corte del monarca, y él sabe siempre exactamente quien es y por qué y cuando estará de vuelta. Guarda en la cabeza cuatro millones de estadísticas, incluso informaciones ultra secretas por las cuales los periodistas darían cualquier cosa; recuerda la escena con que se iniciaba una película de hace veinte años, las cifras de taquilla de una película actual, y el mejor lugar para comer tallarines bien calientes con salsa italiana de queso.
Su día no tiene fin; se inicia al amanecer, y la medianoche le encuentra preparando las órdenes que quiere ver cumplidas sin demora a la mañana siguiente. Es frecuente que se afeite, se duche y se vista en su despacho. Cualquiera que esté realmente al tanto de como son las cosas te dirá que, si él desapareciera del frenético escenario, se produciría un leve desbarajuste. Parecería totalmente fuera de lugar en una discoteca, y tiene un aire vagamente incómodo en los clubes nocturnos donde, por obligación, debe mostrar a veces su cara de póquer.
El ejecutivo Capricornio de quien te hablo tiene una extraña base de operaciones que ocupa toda una planta en un edificio de Manhattan. Además de las habitaciones destinadas a recepción, tiene amplísimo espacio para su despacho privado. En un rincón hay un gran escritorio circular para la montaña de papeles que reclaman diariamente su atención. El resto de su dominio privado está amueblado con dos grandes divanes, varios sillones de mullido tapizado, mesitas de café, gruesas cortinas, lámparas, bibliotecas y alfombras gruesas y mullidas. Tiene incluso un comedor, con una mesa del tamaño suficiente para agasajar a un regimiento, juegos de porcelana, espejos, adornos, platería y cristales. Las paredes están cubiertas de papel pintado y ornamentan la habitación varias peceras donde moran carísimos peces tropicales. Uno pensaría que esta en una casa, no en la atareada oficina de un importante ejecutivo.
Es exactamente lo que sucede: como tiene que pasar tantas horas fuera de casa, el jefe Capricornio se la llevó consigo, sin más ni más. Es posible que otros jefes disfruten en el mundo de los negocios, y les guste estar lejos de casa, pero a la Cabra no. El hogar es sagrado. Casi a cualquier hora encontrarás en sus dominios a algún pariente de Capricornio, quien nunca descuida a su familia por sus negocios.
Como es un saturnino tan típico, los hábitos de este Capricornio te darán una idea de todos los jefes de este signo. Para los que trabajan con él se constituye en una bondadosa imagen paterna, severa pero justa. Insiste en el cumplimiento del deber, y pobre del empleado que se olvide de dar de comer a sus delicados pececillos. Es raro que levante la voz para dar órdenes; su tono es áspero, pero normalmente tranquilo, salvo en las raras ocasiones en que la estupidez o el descuido le hacen gritar. En esas oportunidades, parece echar chispas. Sus modales formales y serios intimidan a veces a los visitantes, pero quienes trabajan para él han descubierto su buen corazón, y no soportan que los de fuera le critiquen… aunque entre ellos, cuando la Cabra hace restallar el látigo, no se priven de algunas maldiciones por lo bajo. Si son ineficaces, Capricornio les hará arder las orejas, pero también reciben pagas extra cuando se lo han ganado, y si la madre de su secretaria está en el hospital, es él quien le envía flores. No se complace en halagos ni adulación. Masculla: “Si, está bien”, y eso es lo mas que se acerca a un elogio. Pero escucha con simpatía los problemas personales de sus empleados y se asegura de que coman bien y de que salgan con botas de goma cuando llueve. El personal es como una familia, y el jefe es, incuestionablemente, el ejecutivo Capricornio. Aunque no haga regalos de Navidad como Santa Claus, tampoco escatima su ayuda cuando un empleado se queda encallado en Las Vegas durante las vacaciones, sin billete de vuelta, o cuando el chico de los recados a quien tiene corriendo de un lado a otro tiene que pagar la cuenta del médico y no le llega su salario. (En el caso de Las Vegas enviará telegráficamente el pasaje de vuelta –nada de efectivo–, y en clase turista; dilapidar dinero no es su diversión favorita.)

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