El Juicio

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El Juicio

El Juicio (Arcano XX) ilustra obviamente una concepción puramente hebraica. Se ven tres figuras levantándose del sepulcro, la central de sexo masculino, las otras femeninas. Presumiblemcnte son un hombre con su esposa c hija. Emergiendo de una nube luminosa sobre sus cabezas un ángel toca una trompeta decorada con un pequeño estandarte cuadrado, con una cruz de brazos de igual longitud.
Como las figuras son de edad indeterminada, ninguna de ellas muy vieja o muy joven, se puede deducir que se propone señalar que el alma no tiene edad; además, como venimos al mundo desnudos y desnudos lo abandonamos, están sin vestir. No seremos juzgados ni por nuestra apariencia exterior, ni por los años que hemos vivido sino por nuestras obras. Hay un halo alrededor de la cabeza del ángel y una llamarada de luz rodeando la nube de la que emerge el ángel de la trompeta. En el día de la Resurrección, dice el Corán, «cuando haya un toque de trompeta y acudáis en tropel, el Sol y la Luna estarán juntos».
En realidad, el Día del Juicio no es un acontecimiento final, universal, fijado en algún momento definido en el tiempo. Puede llegar en cualquier momento, para cada uno de nosotros. Podemos elevarnos del sepulcro de nuestra vieja existencia muerta ahora, mientras aún nos hallamos dentro de nuestro cuerpo físico, si nuestros oídos no están sordos al llamado de la trompeta desde las alturas.
¿Cuál es, entonces’, el significado de la pequeña cruz sobre la bandera sujeta a la trompeta? Probablemente es un símbolo solar. Su forma es la de la cruz budista, con los» extremos cortados. Esto señalaría el fin del giro de la Rueda de la Fortuna (Carta X), la sucesión incesante de incontables reencarnaciones: detenida por el dedo de Karma, el alma ha alcanzado el estado de Nirvana, el fin de su larga peregrinación por la Tierra, aunque esta parte del simbolismo no sería entonces hebrea. El Nirvana no significa, como se supone erróneamente a menudo, la completa extinción de la personalidad; es la cosecha de la espiga madura de trigo, la unión de los tallos aislados junto con otros en un haz dorado, que el Eterno Segador recoge en sus brazos. El pan que provino del Cielo, del cual el que come «vivirá por siempre», retorna al Cielo. Esta carta es esencialmente la de la vida eterna.
Del mismo modo que la Carta II se refiere a la «boca cerrada», es decir a no hacer públicos los Misterios Divinos, la Carta XI es la de la «palabra controlada» y el silenciamiento de la voz del tentador, mientras que esta Carta XX señala que en el Día del Juicio todos los secretos serán revelados. En el entierro de los muertos en el antiguo Egipto, se realizaba la ceremonia de Apertura de la Boca, tocándose la boca de la momia con el Urheka, de esta manera el alma resucitada podía responder por sus actos pasados cuando era interrogada por los cuarenta y dos asesores de los muertos.