En esta carta se ve a un hombre vestido con ropa multicolor, que está caminando hacia lo que en apariencia es un precipicio, sin ninguna noción del peligro, pues su cabeza está vuelta a un lado y su atención dirigida hacia otro lugar. Lleva un pequeño atado colgado de un palo sobre su hombro derecho. El atado no sólo contiene todas sus posesiones terrenales, y son pocas las que necesita, sino también puede considerarse como la suma total de sus experiencias pasadas, que en su opinión realmente no valen nada. Aunque el conocimiento que ha obtenido es bastante pequeño, es todo lo que puede llevar consigo al otro mundo, o bien a su futura encarnación. Sus recuerdos han quedado atrás, sus esperanzas se extienden en un amplio panorama delante de él.
Sin embargo, quizás es insensato al no escuchar al perro. Se puede mirar al cielo buscando lo que está ahí no más a nuestros pies. Por otra parte, un así llamado loco, puede, en su oscuridad, toparse con aquello que los sabios como el Ermitaño han buscado en vano, durante mucho tiempo, a la luz de la linterna. A veces se ve también en esta carta un cocodrilo a los pies del Loco. El cocodrilo era un símbolo de la divinidad entre los egipcios, porque es el único animal, según Plutarco, que tiene los ojos cubiertos con una delgada membrana trasparente; por eso puede ver sin ser visto. Del mismo modo, Dios ve todo sin ser visto.
Los tebanos del antiguo Egipto consideraban al cocodrilo como lo más sagrado. Conservaban y mantenían cuidadosamente en cada localidad a uno de estos animales, adiestrado para que fuera muy manso; se lo decoraba con adornos de vidrio y oro y se colocaban brazaletes en sus patas delanteras. Se proveía al animal de alimentos especiales, y se realizaban ofrendas propiciatorias; le daban el mejor trato posible hasta su muerte; entonces era embalsamado y enterrado en un sarcófago.
Un pequeño episodio encantador en el gran poema épico indio, el Mahabharata, relata cómo a Yudhishthira, al llegar a las puertas del cielo, se le negó la entrada porque llevaba su perro consigo. Yudhishthira decidió permanecer afuera con su perro. Sin embargo, como no se pueden mantener fuera del cielo el amor y la virtud, se permitió la entrada de ambos. Entonces el perro cambió su forma y se trasformó en nada menos que en el dios de la justicia, lo cual demuestra que en cualquier momento podemos estar amparando a ángeles no descubiertos, que incluso pueden ser un dios.
En Italia y Austria el Loco se conoce con el nombre de Mat, que es en realidad una palabra árabe que expresa persona muerta, (Gérard Van Rijnberk considera que se ha dado este nombre al Loco como a alguien muerto frente a la razón. Sin embargo, también puede referirse a alguien que está muerto para este mundo. Esta carta, sin duda, marca el fin de un. ciclo y el comienzo de otro; en otras palabras es, como lo señala Jean Chaboseau, una señal del retorno a la unidad, del Espíritu que vuelve a su fuente. Yo agregaría que en un sentido cósmico hace pensar en la involución, en oposición a la evolución, el comienzo de un período de Pralaya (Disolución o Descanso) después de uno deMan-vantara (Manifestación). Lo cual nos recuerda el universo de Einstein, que se contrae y se expande.
Esta carta señala que «la muerte y el peligro pisan los talones del mérito». Sin embargo, no somos «locos por imposición celestial». Es evidente que el Loco (en el sentido más elevado de esta carta) ha captado el eco de las palabras de Browning:
¡Loco! Todo lo que existe, a lo sumo
apenas dura un poco más que el recuerdo;
la Tierra cambia, pero tu alma y Dios permanecen seguros;
lo que entró en ti,
eso fue, es y será;
la rueda del tiempo vuelve hacia atrás o se detiene;
el Alfarero y la arcilla perduran.