Como reconocer a Géminis 1

Tiene entre treinta y cinco y cuarenta años, pero parece un estudiante universitario; típico de la apariencia intemporal de Géminis. Durante un rato conversamos agradablemente, interrumpiéndonos uno a otro y pasando ágilmente de uno a otro tema. En el momento en que yo busco en mi bolso la polvera o el bolígrafo, al levantar la vista… como si fuera el artista de las desapariciones en un número de magia, mi amigo Géminis se ha hecho humo, llevándose consigo la cuenta. (Los ejemplares menos evolucionados del género se aprovechan de esta agilidad para dejarle a uno que pague.) Cuando él opta por disolverse de esta manera, yo miro ansiosamente por el local y de pronto ahí lo veo… haciendo una llamada telefónica o saludándome alegremente con la mano mientras se escurre por la puerta rumbo a Dios sabe dónde.
El Géminis de quien hablaba se comprometió hace poco con una encantadora muchacha Acuario (si alguien puede seguirle el Juego a un escurridizo Géminis, ese alguien es Acuario), y una semana antes de la boda, uno habría apostado cualquier cosa a que de alguna manera conseguiría zafarse del nudo, a que no llegaría a tiempo a la iglesia. Pero llegó. Los Géminis le pueden dar a uno grandes sorpresas, sobre todo cuando están enamorados.
Una de mis Géminis favoritas es una mujer de Mercurio que –típicamente– tiene un servicio de tele–radio llamada en México DF. Hasta hubo una obra de teatro basada en su vida. Debido tal vez a las veinte horas diarias que se pasaba pegada al teléfono, no tiene en sus pies la misma agilidad que tenía cuando trabajaba como corista en el teatro. Claro que no se puede decir que sea ágil alguien que rara vez puede apartarse del conmutador, pero así y todo da la impresión de andar volando, aunque esté inmóvil. Como la mayoría de las mujeres Géminis, es bonita de rostro y sumamente interesante; cada uno de sus rasgos denota inteligencia, y sus manos, móviles como el mercurio, parecen pájaros que aletearan en el aire. Mi amiga se vale de mas encanto e ingenio de lo que hay derecho a tener para resolver alegremente los problemas de todo el mundo en menos tiempo del que lleva guiñar uno de sus límpidos ojos azules. Yo la he visto encontrar una baby–sitter y dos hamsters para un cliente, hacer la lista del supermercado, extender treinta y dos cheques (una de sus ocupaciones favoritas), telefonear a un productor que estaba paseándose en su yate por el Caribe, enviar nueve telegramas, doblar la ropa traída de la lavandería, programar la semana de trabajo para sus telefonistas, encontrar la corbata azul de su marido, anotarle la dirección de la tienda donde podía encontrar los peces tropicales que quería su hijo, tomar cuatro fotos Polaroid del perro, recibir y comprobar las cuentas del mes (es cierto que después las archivó distraídamente en el cesto de los papeles), ayudar a una oficina de repartos a encontrar una actriz que hablara seis idiomas y despertar por teléfono a doce clientes; todo eso en el término de poco mas de una hora y sin levantarse de su sillón giratorio. A ver quien es capaz de hacer más.
El secreto está en la naturaleza dual de los Géminis. Son capaces de hacer dos cosas a la vez con menos esfuerzo del que necesitamos la mayoría de nosotros para hacer una sola. Es común que las mercurianas estén planchando, dándole de comer al bebé y hablando por teléfono, todo al mismo tiempo. Hasta hay quien jura que todos los de Géminis nacen con un teléfono en cada mano.
Cualquier tipo de rutina puede hacer que un Géminis típico se sienta como un pájaro triste, enjaulado y con las alas cortadas. Son gente que no aguanta los trabajos penosos y monótonos. Por lo común, no son las almas mas puntuales que hay en el mundo (a no ser que casualmente tengan ascendente Virgo, porque entonces son verdaderos despertadores humanos). El Géminis típico, sin embargo, llega siempre tarde, no porque se olvidó de la hora sino porque por el camino se encontró con algo que le llamaba la atención y se desvió. La inquietud de la naturaleza mercuriana exige una excitación y un cambio constantes para no desalentarse ni ponerse de mal humor.
Quien tenga un amigo Géminis habrá experimentado ya probablemente uno de sus rasgos típicos, que puede ser terriblemente molesto. Digamos, lector, que te sugiera alguna actividad, que puede ser darte una vuelta por su apartamento (rara vez tendrá una casa, que es algo demasiado permanente para él), ir a ver una vieja película de Humphrey Bogart que ponen junto con un western excelente (programa doble, claro; con él nada es simple), ir a jugar un rato al minigolf o tomar unas copas en algún bar. Tú estás cansado y te ibas para tu casa. De todas maneras se lo agradeces, pero prefieres no ir. Géminis lo discute contigo y te convence. Abriendo muy grandes sus ojos azules (o verdes o castaños) de bebé, te envuelve en un capullo de fascinación. Habla tan rápido y con una sonrisa tan persuasiva que, finalmente, tú cedes. Irás. Ahora resulta que Géminis tiene un par de diligencias que hacer, de manera que dice que os encontrareis en la esquina dentro de una hora, más o menos. Eso tú no te lo esperabas, de manera que empiezas a echarte atrás, pero él insiste con su técnica y finalmente quedas de acuerdo en encontraros. Realmente, es un opio tener que matar esa hora, sin contar que a ti te duelen los pies, pero te las arreglas y a la hora convenida te dejas caer por la esquina. Él llega media hora atrasado y un poco sin aliento.

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