El hombre Libra

Con este hombre tendrás un consejero gratuito. Tendrá la solución perfecta para todos tus problemas, y una respuesta para cada pregunta que le hagas. Pero será inútil que esperes de él la respuesta a todos tus sueños de doncella: algunos te los cambiará, y te discutirá los otros. Un hombre Libra puede ser tan chiflado como un cocodrilo con urticaria, y su hábito de racionalizarlo todo, incluso el amor, te pondrá frenética… o te dejará en la impotencia de la derrota.
Así y todo, es mi deber advertirte que una vez que estés atrapada y enredada en el encanto de Libra, no te será fácil escapar. Tratar de zafarse del abrazo de un oso es cosa fácil, comparado con el esfuerzo de liberarte de un hombre Libra. Si intentas escapar, te persuadirá con argumentos tan lógicos e inteligentes que no tendrás la menor esperanza de rebatirlos a menos que te hayas graduado en Derecho. Además de ejercitar contigo su inigualable capacidad de razonamiento, se mostrara tan caballero y gentil que te olvidarás de esa frustrante incongruencia de su naturaleza que antes te fastidió. Y cuando te sonría, algo te pasará por dentro. El corazón se te derretirá.
A partir de ese momento, habrás perdido la batalla. Sus sueños serán tus sueños, y nada te importará tanto como hacerle feliz. Buscarás esa sonrisa porque la necesitarás para sobrevivir, como un viajero sediento necesita el agua. Hay que ser una mujer de corazón muy duro para resistirse a la sonrisa de Libra, y aun así, tendrías que recurrir a toda tu decisión para escapar al magnetismo de su pureza. El encanto de Libra no es como la persuasión hipnótica de Escorpio. La atracción de Libra es lógica y real, de ninguna manera sobrenatural. No tiene nada de magia negra; obra por el sometimiento, dictado por el sentido común, a su atmósfera celestial.
Por otra parte (para usar la muletilla favorita de él) habrá veces en que la balanza de Libra se enloquezca a fuerza de contradicciones. Tendrás que gritarle, arrojarle al lago o colocarte cabeza abajo para conseguir que te preste atención y obligarle a hacer una jugada. No seas tan ingenua como para pensar que el amor será terso y eternamente tranquilo, por mas que su signo esté regido por Venus. Si recuerdas bien la mitología romana, sabrás que Venus tenía sus días de descanso. Aun así, cuando la balanza se equilibra, vivir con Libra puede ser tan embriagador como un cáliz de dorada ambrosia, en un clima de risas y descuidada libertad que solo conocen los dioses en el Olimpo.
Para el varón Libra medio, tomar una decisión no es tarea menos agotadora que domar un búfalo salvaje; y una vez tomada, si sospecha que cometió un error, puede cambiarla sin previo aviso. Conozco a una mujer que quería establecer una sociedad comercial con un Libra, y a golpes tuvo que aprender esta legendaria característica del signo. Una mañana de verano se citaron para desayunar, llenos los dos de entusiasmo y de planes optimistas para el futuro. Cuando el futuro socio de ella la dejó, camino de su despacho, mi amiga empezó a preocuparse. Las promesas parecían casi demasiado buenas para ser verdad, de modo que le telefoneó para asegurarse de que todo no era un sueño. El seguía entusiasmado, le repitió todas sus promesas y planes, y determinaron un día de la semana siguiente para volverse a encontrar. Antes de colgar, el se dio cuenta de lo que pasaba y la tranquilizo. “De paso –le dijo– quería decirte algo, ya que en unos días no volveremos a vernos”. Vaciló apenas (un signo al que ella no dio importancia) y continuó con firmeza: “Quería decirte que… bueno, lo que quería decirte es que no te preocupes, que no cambiaré de opinión. Seguiremos adelante con el asunto, tal como está planeado”.
A la semana siguiente, como él no la llamó, mi amiga volvió a telefonearle. “¿Has estado fuera de la ciudad?”, le preguntó. No –contestó él lentamente–, no te llamé porque quería pensarlo mejor –larga pausa–. Creo que primero tendría que probar algo con un presupuesto mas reducido. Nuestro proyecto conjunto lo pondremos en marcha en la primavera que viene, te lo prometo. Es que… bueno, he decidido que es mejor dejarlo para entonces, y dejarlo reposar un poco ahora, ¿sabes?”
Movida por el natural resentimiento y la desilusión que la embargaron ante tan inesperado retroceso, la mujer tomó su propia decisión. Jamás volvería a hablarle. Evidentemente, ese hombre era tornadizo e indigno de confianza, y además, cruel. Un mes después se encontraron en la calle, y él se detuvo para saludarla. Desprevenida, ella balbuceó un par de saludos distantes y convencionales e inmediatamente se arrepintió de no haberle negado el saludo. Entonces él sonrió, y fue el acabose. Mi amiga se convirtió otra vez en su mejor propagandista. El era incapaz de maldad, y con ella también. Hasta el día de hoy sigue defendiéndole, y si se entera de que algún sueño mas ha vuelto a derrumbársele, siente un deseo ilógico de ayudarle a recoger los pedazos, para verle sonreír otra vez.
Ahora, si eso es lo que puede suceder cuando una mujer se ve envuelta en un asunto comercial con un hombre Libra, imagínate cual sería tu estado mental y tu posibilidad de resguardarte, si llegaras a enamorarte de uno de esos seductores imposibles. Simplemente, ninguna prevención es excesiva. Acorázate, y vuelve la cabeza cuando él sonría. Tápate con algodón los oídos cuando empiece con sus convincentes argumentos, con esa voz de seda que te hace erizar los pelitos de la nuca.

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