El niño Libra

“Vaya, ¡que bebé tan hermoso!”. Los padres de los bebés de octubre oyen con tanta frecuencia estas palabras que bien se les puede perdonar que se enorgullezcan. El pequeño Libra parece efectivamente un ángel rosado y regordete, sacado de las páginas de un libro de cuentos. Con su expresión dulce, y esos gratos rasgos venusianos, tan bien equilibrados, es encantador. Rara vez ocurrirá que, furioso y con la cara congestionada, chille y patalee en su cuna, o que aplique a mami un puñetazo en la nariz mientras ella procura darle el biberón. Es demasiado cortes para tan agresivas diabluras. Cuando sonríe, toda la guardería se ilumina. “ ¡Pero, que encanto de bebé, tan bueno! Tan tranquilo, regordete y lleno de hoyuelos. Seguramente un hada madrina le bendijo con su mágico beso”.
No me gusta ser yo quien haga el papel de la vieja bruja en el regio bautizo, pero ¿te fijarías por favor si no tiene un hoyuelo en el mentón, como la mayoría de los bebés Libra? ¿Lo encontraste? Bueno, pues, como un juego simplemente, podrías buscar la última pagina del Libro del Bebé y anotar algo que solía decir la abuelita: “Mentón con hoyuelo, diablo cojuelo”. (Tal vez en secreto la abuelita estudió astrología.) Ya llegará algún día en que vuelvas a leer esa línea y rindas silencioso tributo a su sabiduría.
Es posible que sea alguna mañana mientras él está sentado a la mesa, removiendo lentamente con la cuchara un plato primero, después el otro. El plato de la derecha contiene el huevo escalfado, preparado como a él le gusta. En el de la izquierda está la avena cocida, bien cubierta de azúcar moreno, como a él le gusta. Los dos se están enfriando sin que él haya probado bocado. ¿No tendrá apetito? Si, se muere de hambre. ¿Tendrá fiebre? No, está perfectamente. ¿Está enojado por algo? No, de ningún modo. Entonces… ¿por qué sigue ahí inmóvil y obstinado, jugando de esa manera con la cuchara y sin probar bocado?
Porque no acaba de decidirse sobre que comer primero, si el huevo o los cereales. Y tú aumentaste la confusión al darle un vaso de zumo de naranja y una tostada, intentando tentarle. Fue un error. Ahora, será ya imposible que llegue a decidirse. Mejor que, por hoy, te olvides del desayuno. Y mañana por la mañana, dale una cosa cada vez. Primero el zumo de naranja. Se lo bebe. Después los cereales. Se los come. Ahora el huevo. Le encantan. Y por fin la tostada. Mientras él siga ahí, masticando alegremente, tú no podrás creer que se haya comido todo el desayuno en menos de diez minutos. Pues acabas de aprender la lección más importante que hay que saber para criar a un niño Libra: nunca le hagas elegir, pues es incapaz de tomar decisiones.
Si hay algo que un niño Libra detesta más que tomar una decisión es tener que tomarla deprisa. No le acoses. Supongamos que aprendió a vestirse solo y, con la emoción de semejante aventura, hace algunas semanas tiene olvidada su indecisión típica. Ahora, vestirse ya es cosa sabida para él. Tú empiezas, ayudándole a ponerse los pantalones, y le alcanzas la camisa, los zapatos y los calcetines. Se queda ahí sentado. “¡Vístete, Jorge!” Sigue sentado. “¡Date prisa y vístete, Jorge!”
En la escena siguiente, tú apareces contándole a alguna amiga lo terco que es tu hijo Libra. No seas injusta. Terco es un niño de Tauro, pero no Libra. Lo que pasa es que tú tratas de hacer que decida deprisa que calcetín ponerse primero en que pie. Ya la cosa es de suyo bastante difícil, pero cuando él acababa de decidir que se pondría en el pie derecho el calcetín que tiene en la mano izquierda, tú le gritaste y alteraste su equilibrio; ahora está de nuevo en el punto de partida. ¿Que calcetín primero? Ya ves que la culpa es tuya, no de el. ¿Cómo puede tomar una decisión tan importante, si continuamente le gritan y le dan ordenes? No solo le rompen los tímpanos, sino que además le hacen olvidar lo que estaba a punto de decidir.
Son las cosas que pueden ponerte un poco alterada, especialmente si eres de tipo nervioso, y no serás la única. Algún día, él se habrá enamorado de una muchacha maravillosa, y estarán hablando de matrimonio. De cuando y si… Él se queda ahí sentado. ¿Sí? ¿O no? La chica espera, pacientemente. Los rasgos de él tendrán la misma expresión perpleja que tienen ahora. Por último: “Jorge, ¿vamos a casarnos?”. Sigue sentado. De nuevo: “Jorge, ¿cuándo nos casamos?”. Pobre chica. El mismo error que cometiste tú con el zumo de naranja y la tostada. Ahora, él tiene que decidir dos cosas: no solo si se casan, sino cuando. Vas a tener que hablar con ella.
Pero para eso faltan unos cuantos años. Hoy el problema son los zapatos y los calcetines. Ve hacia donde está y dile con firmeza: “Jorge, primero vamos a poner este calcetín en este pie”. Díselo con suavidad, sin gritos ni tono áspero. Mejor si inventas una melodía y le cantas las palabras; eso le encantará. De un golpe has superado dos obstáculos: le ayudaste a decidir y creaste una atmósfera agradable. En cinco minutos está vestido. Es lo mismo que tendrá que hacer algún día la chica, cantarle suavemente: Nos casaremos el seis de agosto (con música de la Marcha Nupcial). Si es una de esas chicas tímidas, es posible que tengas que esperar mucho para ser abuela. El final feliz del cuento es este: si tú le enseñas a decidirse, sin acosarle ni darle prisa, será mejor para la chica también. Para entonces, tu hijo Libra habrá superado su indecisión.

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