El jefe Sagitario

Es posible que tu primera semana de trabajo con un jefe Sagitario te deje un poco confundido, sin saber si reírte o llorar. Es evidente que ese señor es un tonto.
¿O será un genio? No, ninguna de las dos cosas; simplemente es un patán, aunque mirándolo mejor, tiene algo de Don Quijote. Pero eso no podría ser, dado que te insulta con tanta erudición. Claro que también te halaga con tan cálida sinceridad… Mírale, si es tan desgarbado como un potrillo de tres patas, y de pronto aparece tan gracioso como un pura sangre. ¿Qué demonios usa, acaso son espejos deformantes?
Después de la segunda semana decidirás, no muy tranquilo, quedarte un tiempo para ver que pasa. A estas alturas, ya estás convencido de que su madre lo echó completamente a perder. Te equivocas; él no le dio tiempo. Siempre hizo lo que quiso hacer.) Bueno, pero el problema que se lo aguante otro, no tú. Tú te vas muy pronto. Que se arregle ella con el tipo… su mujer, claro, a quien ya has empezado a compadecer. (Es cierto que de vez en cuando ella misma se compadece un poco, pero la vida que lleva es emocionante.) En cuanto a ti, estás seguro de que tu jefe te aborrece secretamente. (Le pareces estupendo, pero es que es de una sinceridad brutal cuando cometes errores, y dolorosamente franco si se trata de señalar defectos.) Crees que está pensando en ascenderte. (Todavía no, lo que pasa es que ayer estaba un poco demasiado eufórico.) Esta mañana te invitó a almorzar, así que ahora podrás conocerle un poco mejor. (Pero canceló la invitación, porque se había olvidado de que tenía que hablar en una reunión del club.)
Dos meses más tarde, tú y tu psiquiatra llegáis a la conclusión de que ya es hora de hablar seriamente con él. Tú acabas de decidirte: si presta atención a tus quejas por su comportamiento incierto y enigmático, para que puedas saber que suelo estás pisando, con él y con la compañía, seguirás en tu puesto; si no es así, te vas. Y se lo plantearás firmemente. (Que pena, acaba de irse a Londres.) Está bien, puedes esperar. Pondrás todas tus cartas sobre la mesa cuando el regrese, y le dirás exactamente como te sientes. Dale unos días para que vuelva a estar bien al tanto de las cosas; parece un poco cansado. Pero tú no vas a dejarte impresionar por eso; mañana ya estará bastante recuperado como para escuchar razones. (En cambio, tendrás que llamar al aeropuerto, porque se va a Tokio.) Pero, ¡un momento, a ver! ¿Cuando piensa aterrizar en alguna parte el tiempo suficiente para que tú le digas lo que no te gusta de la forma en que te trata?
¿Quieres saber la respuesta, de veras? Nunca. Tu jefe Sagitario engrasa todas las mañanas los rodamientos de sus patines de ruedas y con ellos se desliza despreocupadamente por la ciudad, organizando una gigantesca campaña de promoción tras otra. Puedes estar seguro de que no quiere detenerse durante el tiempo suficiente para que le señales sus errores: él piensa que es muy buen tipo y, en realidad, cuando te dejas de pensarlo, lo es. Muchas veces es tímido y desvalido, y necesita que le comprendan.
Pero, ¡que siga haciendo esas increíbles observaciones a la gente! ¿Y por que después te toca a ti disculparte en nombre de él? Llega un momento en que uno puede quedarse sin excusas. (Telefonea a su mujer, que ella las tiene archivadas por orden alfabético.)
No es justo que él siga sonriendo tan campante mientras ignora completamente lo que tú dices, y se niega a ajustarse a un horario. (Habla con su madre, que le encantaría tocar contigo ese tema; hace años que espera poder encontrar a alguien que la entienda y se compadezca de ella.) Entonces, ¿qué vas a hacer? Simplemente, tienes que hacer algo.
Podrías probar escribiéndole una carta, pero asegúrate de que es lógica, sin falsas emociones ni argumentos unilaterales que le presenten a él como el malo y a ti como el bueno. Si el bueno es él. Plantea bien las cosas y las pensará, y tratará de corregir su actitud, pero a lo que no está dispuesto es a pasarse seis horas hablando de eso. A su juicio, hay aventuras más emocionantes que escuchar una lista de las cosas que hace mal. Además, si de todas maneras no va a cambiar, ¿por que hacerle perder el tiempo? ¿Es que no tiene virtudes, acaso? Bueno, pues las tiene. Empecemos por ahí: aférrate a ellas y olvídate de lo demás. Es lo que hizo su madre, y lo que hace su esposa. Imítalas, que ellas son sabias.

Podrías empezar por hacer una lista de sus aspectos buenos. Lo primero, tendrás que admitir que rara vez se pone gruñón. Solo de vez en cuando, si alguien trata de sofocar el fuego de su entusiasmo, o si ese pesado del contable insiste en recordarle lo que significan las cifras de su informe de gastos del mes pasado. Generalmente, tu jefe Sagitario es un hombre cordial, optimista, alegre. Ese es un punto a su favor. ¿Qué otro? No es muy estricto con los permisos por enfermedad ni con las vacaciones. Otra cosa positiva: es generoso. ¿Cuántos jefes te habrían entendido aquella vez que perdiste todo el sueldo en las carreras y tuviste que pedir un mes de adelanto? Todo lo que te dijo fue que deberías haberle preguntado a él que caballo iba a ganar, en vez de apostar por esos indudables perdedores.