La Rueda de la Fortuna

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La Rueda de la Fortuna

La Rueda de la Fortuna (Arcano X) ha sido relacionada con el círculo del Zodíaco, y con el incansable giro de las innumerables vidas del ser humano, los altibajos de la existencia terrenal, debidos a las consecuencias del Karma. La misma serie de ideas se repite una y otra vez. Sólo las criaturas sobre la Rueda —una de cada lado del borde, y una tercera sobre la cima— cambian su forma en los diferentes mazos de Tarot. En la parte superior de la Rueda, en las cartas del Instituto de la Percepción, está Osiris, la gran divinidad egipcia, considerado el preservador de la vida, tanto en este mundo como en el próximo; por eso el color de su cuerpo es verde, pues siempre verde tamarisco es su árbol sagrado. Algunas veces Osiris es remplazado en esa carta por la Esfinge, que simboliza el eterno enigma de la Creación; también la figura sobre la parte superior de la Rueda podría ser considerada el Libertador del alma con respecto al ciclo de las encarnaciones sucesivas.
Sobre el lado izquierdo de la Rueda (con la vista hacia adelante) y hacia la figura situada en la parte superior, está Mermanubis (Hermes-Anubis), el dios con cabeza de chacal, quien vigilaba y conducía a los espíritus al Juicio al dejar la Tierra. Se creía que Anubis luchaba perpetuamente contra Tifón, que es arrojado desde el borde del otro lado de la Rueda. Tifón (o Set) es el genio maligno de la mitología egipcia. Es el equivalente del Loki escandinavo, también de Lucifer o Satanás. En algunas cartas tiene un tridente en su mano que apunta hacia abajo, hacia el Océano de Samsara —el mar de la Mundanidad—. Tifón produce tormentas tanto en el mar como en el alma humana. Como los egipcios lo acusaban de ser responsable de todo lo malo del mundo, lo representan como a un lobo.
Todo en el Cosmos está rodeado, por decirlo así, como una rueda: las estrellas en su curso, las estaciones del año y el pasaje del día a la noche y de la noche ai día. La esfera celeste, según los astrónomos de la antigüedad daba vueltas incesantemente como si se encontrara sobre un disco. Es interesante señalar, al respecto, que San Donato sostiene una rueda iluminada. Además, tanto Santa Eufemia como San Willigis transportan ruedas.
Por supuesto, sólo en un sentido limitado esta carta representa ios altibajos de la fortuna, aunque señala y advierte que los que están hoy más encumbrados en este mundo, mirando desde arriba a los otros, pueden descender repentinamente, por las vueltas de la Rueda en manos del Destino. «Aquellos que se exalten a sí mismos serán humillados, y el que se humille será exaltado» (S. Lucas, XIV, 11). El significado más profundo es que en una sucesión de vidas, como lo simbolizan los Trabajos de Hércules, debe lograrse la liberación de la agotadora serie de reencarnaciones, llegando al final de un largo camino al equilibrio perfecto, representado por Osiris, la figura situada entre el Bien y el Mal, en la parte superior de la Rueda. Este es el aspecto más elevado del joven de la Carta VI. Ya ha descendido de la carroza (Carta VII) de las victorias en este plano de la existencia, y es coronado con los laureles del triunfo espiritual. Por último, la Rueda de la Fortuna se puede comparar con el torno de hilar de Laquesis, que cesa de girar sólo por un momento, cuando Átropos, la mayor de las Parcas, corta el hilo de la vida humana en la Tierra.
El simbolismo de esta carta es por cierto muy antiguo. Heródoto recuerda cómo Creso el lidio señaló a Ciro: «Ahora bien si te consideras a ti mismo y al ejército que comandas como inmortal, no me corresponde aconsejarte, pero si sabes que tú y los que diriges no son sino hombres, primero debo enseñarte lo siguiente: la fortuna de los hombres está sobre una rueda, su giro no permite al mismo hombre prosperar para siempre».
Y para señalar cuan variable es el destino, Plutarco comenta, en su obra Moralia, De Facie in Orbe Lunae, que: «En el triunfo, hay gente que ha encontrado la muerte». Browning, en forma similar, advierte: «El gran hombre, con un gran propósito a cumplir, muere antes de saberlo». En síntesis, la última vuelta de la rueda es la que más cuenta.
Sobre la «Tabla Esmeraldina» o Tabla de Esmeralda, se encuentran inscriptas trece frases en caracteres fenicios. Una de ellas dice: «Asciende con la mayor sagacidad de la Tierra al Cielo, y luego desciende otra vez a la Tierra y une los poderes superiores del mundo entero, y toda la oscuridad se desprenderá de ti». En otras palabras, el Mago debe llegar a «controlar su propio destino», liberado de la Rueda de la Fortuna. En el antiguo Egipto, en los templos se mantenían girando ruedas como advertencia de cuan variable y corta es la existencia humana, como lo señaló Plutarco en su vida de Numa Pompilio.